El desarrollo moral es uno de los temas que siempre ha interesado a quienes sienten curiosidad por la naturaleza humana. Hoy en día, la mayoría de las personas tienen opiniones sólidas sobre qué comportamientos son aceptables o inaceptables, éticos o no, y cómo deben potenciarse entre los adolescentes los comportamientos aceptables. El desarrollo moral hace referencia al conjunto de los pensamientos, sentimientos y comportamientos relacionados con los criterios del bien y del mal. El desarrollo moral tiene una dimensión intrapersonal (el sistema de valores de una persona y su sentido del yo) y una dimensión interpersonal (lo que la gente debería o no hacer en sus interacciones con los demás) (Walker, 1996; Walker y Pitts, 1998). La dimensión intrapersonal regula las actividades de una persona cuando no se implica en interacciones sociales, mientras que la dimensión interpersonal regula las interacciones sociales y arbitra conflictos.
El interés acerca de cómo piensan los niños y adolescentes sobre las cuestiones morales fue estimulado por las ideas de Piaget (1932), que observó detenidamente y entrevistó en profundidad a niños de edades comprendidas entre los 4 y los 12 años. Piaget observó a los niños jugando a las canicas para entender cómo utilizaban las reglas del juego y qué pensaban sobre ellas. También les formuló preguntas sobre cuestiones éticas —por ejemplo, el robo, la mentira, el castigo y la justicia. Piaget concluyó que los niños piensan sobre la moral de dos formas diferentes, dependiendo de su madurez evolutiva. La moral heterónoma es la primera etapa del desarrollo moral en la teoría de Piaget, comprendida entre los 4 y los 7 años de edad. En esta etapa, la justicia y las normas se conciben como propiedades inamovibles del mundo que escapan al control de las personas. La moral autónoma es la segunda etapa del desarrollo moral en la teoría de Piaget, propia de los niños mayores (aproximadamente de 10 años o más). El niño es consciente de que las normas, las reglas y las leyes son creadas por las personasy de que, al juzgar una acción, se deben tener en cuenta las intenciones, aparte de las consecuencias. Los niños de edades comprendidas entre 7 y 10 años están en una etapa de transición entre estas dos formas de pensamiento moral, presentando rasgos de ambas.
Un pensador heterónomo juzga la bondad o adecuación de un comportamiento en función de sus consecuencias, sin tener en cuenta las intenciones del ejecutor.
La evolución de la personalidad adolescente se caracteriza como un periodo de
transición entre la niñez y la etapa adulta. Esta transición supone una preparación hacia el
futuro (Fierro, 1990), lo que provoca en muchas ocasiones que los adolescentes se encuentren
inmersos en un mar de dudas y contradicciones. El conocimiento de esta serie de
ambigüedades por parte de los profesores permite que estos puedan incidir de forma positiva
en esas contradicciones, procurando que la mayoría de los adolescentes maduren y se
convierten en adultos seguros de sí mismos y bien adaptados.
Los adolescentes poseen una madurez cognitiva que les faculta para pensar de forma
abstracta y resolver conflictos de un modo mucho más crítico que en etapas anteriores.
Normalmente, las habilidades y las interacciones sociales se desarrollan al mismo tiempo,
dando lugar a una mejor capacidad de empatía que provoca una mayor reciprocidad de
amistad. La aparición de las relaciones de colegas como un patrón de amistad de mayor
implicación, exclusividad y estabilidad, marcan el principio de una serie de cambios en las
relaciones sociales. Sin embargo, esta estrategia dominante esta vinculada a la relación con
los amigos y compañeros, no ocurriendo lo mismo en la relación con los adultos (Peris y
García, 2002).
El aula es un escenario social idóneo que puede favorecer la comunicación
interpersonal entre los adolescentes y entre el profesor y los adolescentes, permitiendo que
estos últimos construyan su identidad personal, el sentido del mundo social que les rodea y
sus relaciones sociales las cuales ocupan la mayor parte del tiempo. La aceptación social y el
grado en que son queridos por sus iguales es un importante índice de ajuste y de adaptación
actual y futura. Del mismo modo, el contexto familiar también ejerce una influencia
socializadora sobre los adolescentes y la forma de relación entre padres e hijos afecta a su
desarrollo social y de personalidad.
En este sentido, el presente capítulo pretende por una parte proporcionar información
sobre la evolución de la personalidad adolescente y por otra, describir y analizar las relaciones
interpersonales de los adolescentes así como las interacciones que estos mantienen con su
familia.