Las representaciones actuales, los adolescentes estarían llenos de carencias comparándose con una persona adulta, ya que son fácilmente influenciables por los medios de comunicación, dan mucha importancia a los grupos, les encanta ser el centro de atención, piensan que son observados constantemente, se caracterizan por la impulsividad y el no pensar en las consecuencias de sus actos, están “plagados” de conflictos internos, obsesionados por el sexo y son insensatos por creer que las situaciones son fácilmente modificables.
Pero, esta definición de los adolescentes ¿es real o es sólo un estereotipo? Además, cuando se hace ese boceto de los adolescentes ¿con quién se les está comparando: con cualquier adulto, o con un adulto idealizado?
El concepto “adolescencia” aparece en la sociedad industrial del siglo XIX, y se refiere a un proceso de transición, de cambios, no tanto una etapa definida.
En la sociedad postmoderna no se los tachaba de individuos llenos de aspectos negativos sino todo lo contrario, se les valoraba como personas maduras y refinadas, con ideas reformistas. De hecho, podríamos llegar a decir que en esa época eran todo un modelo social, ya que muchos adultos querían parecerse a ellos. Quizá, en parte, podamos decir que actualmente hay personas que vuelven a considerar a los adolescentes como modelos por el ser jóvenes y por serles también atribuidas ciertas cualidades, como la de ser despreocupados, alegres y creativos.
¿CON QUIÉN SE LES ESTÁ COMPARANDO: CON CUALQUIER ADULTO, O CON UN ADULTO IDEALIZADO?
La adolescencia es un momento muy importante debido a que la persona está explorando, está conformando su identidad, definiendo sus gustos y diferenciándose de los demás. Para formar su identidad, y lograr más independencia y autonomía, se distancia de los progenitores (que hasta ese momento eran su principal figura de referencia) y comienzan a sentirse más vinculados con aquellos que tienen su misma edad.
Sobre lo dicho anteriormente de que hay muchas ideas negativas y estereotipos sobre la adolescencia, es en el sentido de que se exageran ciertas cuestiones. Por ejemplo, sobre la impulsividad, es cierto que puede ser mayor en el adolescente, y tiene como factor (no causa) la falta de madurez de la corteza prefrontal. ¿Los adolescentes no saben manejar las emociones? En parte será por tener una actividad en la amígdala superior a la del lóbulo frontal (en los adultos sucede a la inversa), pero, de todos modos ¿estas diferencias son tan grandes? Las relaciones entre los cambios cerebrales (que tienen mucha presencia durante la adolescencia, hasta los 20 años que es cuando el cerebro alcanza la madurez) y la conducta no son causales. Toda conducta atiende a muchos factores, nunca hay una sola causa que la explique.
En la adolescencia influyen, como en cualquier otro momento de la vida: la educación recibida, la suma de experiencias vividas, posibles acontecimientos que puedan perturbar el bienestar de la persona –como fallecimientos en el entorno familiar, divorcio, cambios de residencia, etc.
Hay cambios físicos y biológicos (durante toda la vida se producen cambios aunque se hallen bastante acentuados en la pubertad). Por ello, debemos ser críticos con los estereotipos sobre la adolescencia para no actuar de forma sesgada. Puede que, aquello que pensamos que suelen cumplir los adolescentes, como la rebeldía, no lo cumpla esa persona con la que nos hallamos pero que pase a cumplirlo a modo de profecía autocumplida. Y es que lo que pensamos de las otras personas influye mucho en el modo en que estas se comporten, ya que, sin casi darnos cuenta, actuaremos de forma distinta ante ellas y sus respuestas variarán.
Si tratamos a una persona como que no se entera de nada y ya decimos que es que “está en la edad del pavo”, sin pararnos a ver si realmente tiene esa conducta que le atribuimos por haber alcanzado una determinada edad ¿no se rebelará ante nosotros? ¿no mostrará enfado y se distanciará? La pregunta queda abierta, aunque la respuesta parece clara.
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