Los adultos tienen hábitos y formas de proceder, que no siempre son saludables ni positivos para los que nos miran desde unos centímetros más abajo. Y a veces se nos olvida que niños y adolescentes son esponjas. Aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Les llama la atención nuestros errores, nuestros tacos, las formas insanas de comer, los comentarios fuera de lugar, etc. Y les sorprende, como a nosotros también, más las malas noticias que las positivas. Seguramente por el morbo que despiertan.
Los adultos son modelos de conducta, para bien y para mal. No solo ante los hijos, sino ante los amigos de los hijos, los vecinos, los alumnos, etc.
Mi intención con este artículo no es la de convertirnos en padres, madres, maestros, vecinos, entrenadores y familiares perfectos. Pero sí que seamos conscientes del impacto que muchos de nuestros comentarios y comportamientos pueden tener en esas personas a las que tenemos la responsabilidad de educar. Si trabajamos un poquito el autocontrol y la consciencia, igual entre todos conseguimos educar personas más cívicas, respetuosas, divertidas, benevolentes, permisivas, flexibles...
Veamos nuestros descuidos:
Es poco honesto y sensato pedir a los pequeños que se esfuercen y trabajen si ven a los adultos viendo la televisión durante horas, haciendo comentarios como que tienen pereza, tirando de comida basura un día tras otro para salir del paso. Si queremos que lean, que se organicen, que estudien, los adultos tienen que dejar de ver programas sin contenidos en la televisión en los que solo se habla mal de otros, los adultos tienen que leer, salir a hacer deporte y esforzarse en sus responsabilidades.
No se les puede pedir a los hermanos que no peleen y que sean responsables recogiendo sus dormitorios y su ropa sucia, si los padres discuten por el reparto de las tareas domésticas y no se ponen de acuerdo.
Si queremos hijos educados y que no falten el respeto a las personas, los padres no pueden faltarse el respeto entre ellos, ni hablar mal de miembros de la familia ni de amigos delante de los niños.
Si queremos niños sinceros, no se les puede engañar. Podemos decirles que hay temas de los que no se habla con los niños, o que esto es un asunto ajeno a ellos, pero no les digas mentiras.
Si les pedimos que no griten, que no den voces, que no sean mandones, nosotros tenemos también que pedirles las cosas por favor, no podemos dar voces de una habitación a otra, no podemos gritarles para que dejen de discutir y nos hagan caso, ni comportarnos de forma autoritaria para conseguir que nos obedezcan.
Ten cuidado también cuando conduces, porque éste es el hábitat de los salvajes. Parece que entrar en el auto y tener licencia para matar es todo uno. Se insulta, se pita, se pierde la paciencia, se grita, se hacen gestos obscenos y agresivos. El automovil es el lugar ideal para que tu hijo salga disparado cuando lo llevas al colegio y le arree un guantazo al primer compañero que le adelante en la fila.
Y qué decir de la hora de la comida. Si eres madre o padre, con una edad en torno a los cuarenta, por decir una edad cualquiera, no trates de querer meterte en los vaqueros de tu hija. Tu cuerpo no está hecho para tener la talla 34, es antinatural. Y si para ello comes como un pajarito, verbalizas todo el día lo que engorda y lo que no, las calorías de los alimentos, criticas a otras mujeres porque están esplendorosas, estás generando el caldo de cultivo perfecto para que alguno de tus hijos se preocupe en exceso del peso y desarrolle algún trastorno de la alimentación. ¡Cuidado! los niños enseguida asocian "estar delgado con estar bello y estar bello con tener éxito", y "si mi madre lo dice y lo hace, es que debe de estar bien".
Otra metedura de pata tremenda son los comentarios machistas, racistas y homófobos. Con ellos educas en una escala de valores que nos diferencia, que prejuicia y que distancia a los jovenes. Tus hijos comparten pupitre y son amigos de niños adoptados, de alumnos inmigrantes, de jóvenes homosexuales... y en lugar de favorecer la integración, la benevolencia, la comprensión, el compañerismo, la unión... les fomentas menospreciarlos por su condición sexual, su estatus y su raza.
Nadie es mejor que nadie, ni nadie está por encima de nadie. Ver a todo el mundo con la mente limpia, con confianza y gratitud forma parte de las buenas personas.
Trata de ser solidario, de educar en la comprensión, en la bondad, en la gratitud. Enséñales a valorar los gestos, las sonrisas a quien te ayuda, y a prestar ayuda a los demás. Cuando oigas comentarios racistas, sexistas o que menosprecien la condición humana en cualquiera de sus formas, sé tajante. No lo toleres, no permitas que tu hijo se identifique con esas ideas que nos separan y distancian de la bondad. Di que eso está mal, que las personas sólo nos diferenciamos por cómo nos comportamos con los demás y con la honestidad con nosotros mismos. Que lo que importan son los valores y los actos.
No faltes el respeto ni menosprecies a tus mayores o jefes, ni a los profesores o entrenadores de tus hijos. Diles que siempre hay que respetar lo que viene de arriba. Si le quita autoridad a quien tiene que ejercerla, los jovenes se verán con el derecho de faltar el respeto y no darán credibilidad a quien les forma o dirige. Enséñales a preguntar, a expresar su opinión y a tener criterio, pero siempre bajo el respeto. Y enséñales también que si su profesor, madre, entrenador, padre dice alguna vez "esto es así y es innegociable", lo tienen que aceptar. Si les damos a los niños y adolescentes el poder de cuestionar y rebatir todo, estamos perdidos. Tienen que aprender que hay límites y normas que se cumplen, sin más explicación.
Huye de los comentarios negativos y pesimistas delante de ellos. Comentarios del tipo "es difícil, no puedo hacerlo, este trabajo está dado, todos los políticos son unos sinvergüenzas, si es que hay muchas mujeres que no quieren trabajar, los funcionarios son todos unos vagos", y mil y un prejuicios que quedan grabados en su mente y que les condiciona el trato con las personas.
Cambiar nuestra forma de comportarnos es difícil, y hay que tener una motivación muy potente para hacerlo, un consejo Dios puede ayudarles. Los niños y los adolescentes son motivación suficiente. A partir de ahora sé más cuidadoso, piensa antes de soltar por la boca todo lo que se cruza por tu mente. Piensa con buena fe y sé una persona de bien.